7 de abril de 2013

Cerveza = Agua + cebada + lúpulo + levadura.

Siguiendo un poco el hilo de los posts anteriores, hoy quiero hablar de la cerveza. Los conocimientos que tenemos sobre la cerveza son muy básicos y nuestro paladar está acostumbrado a un tipo de cerveza tan estándar que cuando se sale de esa inercia y probamos algo diferente, nos cuesta aceptarlo. La cultura cervecera desde hace unos pocos años ha empezado a despertar con el nacimiento de numerosos elaboradores artesanos que quieren demostrar que una cerveza mejor es posible.

Además de ser un producto gastronómico, la cerveza es un producto socializador, de ocio, de libertad. Así lo demuestra una encuesta realizada por @Cervecear. Alrededor de una cerveza hacemos muchas cosas, las cuales, siempre suelen ser positivas y relajantes. Reuniones de amigos, celebrar un ascenso, un nacimiento, las victorias de tu equipo, unos buenos resultados, una fiesta sorpresa… Compartir una cerveza con alguien es mucho más que el simple acto de beber.


Pero bien, entrando ya en materia. Los tipos de cerveza pueden agruparse, según su fermentación:
baja (durante 7-10 días a 5º/13º llamadas lager). De origen Checo y Alemán; pilsner; helles, viena, märzen, kellerbier, zwickel, andbier, dunkel, schwarzbier, bock, doppelbock…
alta ( 3-6 días a 14º/25º llamadas Ale). Origen Británico, Belga y Alemán. Bitter, pale ale, brown ale, indian pale ale, irish ale, porter, stout, barley wine, blonde, brune, triple, belgian strong ale, saison, wit, blanche, wheat, kolsch, alt…;
espontanea, en las que se usan levaduras “salvajes” y se suele emplearse un tipo de trigo llamado candeal (las llamadas lambic). Origen Belga;
sin alcohol.

Dentro de cada familia se pueden encontrar muchas variedades en función de su lugar de origen o por su método de elaboración de la cerveza.


Si existen tantos tipos diferentes de cerveza, no nos quepa la menor duda de que la temperatura o el recipiente en la que nos la vamos a tomar también es importante y puede llegar a intervenir en el sabor final.  Por norma, las lager se deben tomar a una temperatura más baja que las ale. Lo de la costumbre de helar la copa, no es del todo recomendable. Si está helada dificulta la formación de espuma, impide el batido correcto de la cerveza, desvirtúa/ apaga el sabor y aporta agua.

De momento ya sabemos los tipos, su temperatura y el recipiente, ahora falta servirla. Que creéis, ¿que no es importante? Es un punto también importante. Dentro de los campeonatos en el mundo de la cerveza, también cuenta el arte de saber tirarla. Los expertos aconsejan tirar la cerveza con uno o dos dedos de espuma. La espuma protege al líquido, evita que se oxide ayudando a retener los aromas. La espuma es señal de que la cerveza está bien estabilizada y que el proceso de fermentación se ha completado correctamente. La espuma ideal debe ser brillante, permanecer en el tiempo antes de desvanecerse y dejar también su huella en forma de aros en las paredes del recipiente. 


Después de toda esta perorata pensareis, vaya tío friky con la cervezas. Obviamente cada vez que me tomo una cerveza no me paro a medir la temperatura, no critico la manera de tirarla o el vaso en el que me la sirven. Básicamente no puedo hacerlo porque los bares de nuestras ciudades tienen “la cerveza”. No hay posibilidad de elección. Además, los bares con más de tres cervezas diferentes no deberían considerarse “cervecerías”.

En definitiva, la mayoría de las veces es más importante el con quién te la tomas o lo que celebras. Los momentos de casi-rito cervecero me los guardo para casa.

Por cierto, ¿No os pasa que las cervezas os saben mejor entre amigos?